Hoy en día, el uso de los aromatizantes químicos no sólo disfraza el olor de sustancias que de otro modo no comeríamos, sino que también nos hace perder la sensibilidad olfativa.
Podemos distinguir unos 10.000 olores diferentes, lo que contribuye a la riqueza del sentido del gusto. Es bastante sabido que hay cuatro sabores básicos: dulce, amargo, ácido y salado, las infinitas variantes de los matices se originan por la combinación con los olores.
El olfato es el único de los sentidos que es imposible cerrar a voluntad, está tan ligado a la respiración que no podemos dejar de oler por mucho tiempo. Sin embargo, es también el único que se satura, a los pocos minutos de sentir un aroma ya no lo percibimos más.
Asimismo es el único que no tiene mediación en su llegada al cerebro. Hay un nervio óptico, un nervio auditivo, nervios gustativos y táctiles que conducen los estímulos a las células nerviosas, pero el bulbo olfatorio está en contacto directo con las neuronas, hasta tal punto de que muchos lo consideran una prolongación del cerebro.
Las moléculas olorosas penetran por la nariz y toman contacto con la humedad del mucus y así pueden ser recepcionadas por los cilios de las células olfatorias, una especie de minúsculos pelos. Inmediatamente, en fracciones de segundos, hay un proceso de identificación y de conexión con el sistema límbico, la sede de las emociones. Este es el motivo por el cual todo aroma es evocador, ninguno es indiferente.
Pero aquí no termina la influencia de los olores, sino que el sistema límbico se conecta por una parte con el hipotálamo y por la otra con la corteza cerebral. En el hipotálamo está el centro de regulación del sistema hormonal, desde donde se influye muchísimas funciones, por ejemplo la relajación o la estimulación del organismo, y por supuesto, el deseo sexual. De ahí que muchos aceites esenciales se identifiquen con propiedades afrodisíacas o estimulantes.
También el propio olor de cada persona cumple un papel importante en la atracción sexual.
En la corteza cerebral están radicadas las funciones del intelecto. Cuando el efecto del aroma alcanza esta zona del cerebro, se puede pensar con mayor claridad como sucede con la menta o se fijan mejor los datos en la memoria con el romero o se agiliza la relación de los conceptos con el limón.
Después de haber accedido a esta información estamos en condiciones de darnos cuenta de que a medida que ejercitamos el olfato, abrimos la puerta a un goce más pleno y al recuperar la riqueza de nuestros sentidos, también ampliamos el horizonte del conocimiento.
Seleccionar el perfume adecuado, es un arte y una gran suerte conseguir, la fragancia y el perfume ideal a nuestras vibraciones personales. Sin duda influirá en nuestras rutinas diarias, en nuestro entorno.
Será una influencia sutil, pero influencia al fin y al cabo, para bien o para mal.
Captar con el sexto sentido sus vibraciones, y sentir su tónica con respecto a nuestras vibraciones, es una cuestión de instinto y sensibilidad.
Todo perfume tiene una diferente nota vibratoria, tal vibración constituye una fuente de energía que contiene información única, procedente de la planta originaria.
Unas fragancias nos marean, otras nos dan nauseas, otras nos elevan y otras nos bajan de vibración, otras nos alegran con una euforia exaltante y otras nos deprimen y decaen.
Igual que la música tiene una gran influencia en nuestro estado de ánimo, los buenos aromas, tiene un efecto positivo sobre la mente del ser humano, mientras que los malos olores nos alertan o nos ponen a la defensiva como si de un peligro se tratase..
Perfumarse es cambiar las vibraciones, por lo tanto la polaridad y expectación en general, es influir sutilmente en nosotros y sobre todo en los demás.